escrito por Roberto Avila
domingo, 25 de mayo de 2008
Hace algunos pocos meses asistí a un seminario de los Think-Tanks de la concertación en que se expuso un trabajo de investigación sobre la realidad política chilena que señalaba: 1.- Chile tiene la mayor fidelidad electoral en América Latina en cuanto sólo un 6 % de los votantes cambia su opción de partido de una elección a otra, en el otro extremo se encuentra Perú donde el 56 % cambia de opción partidaria. 2.- El 82% de los chilenos, de tan acentuada fidelidad política, considera que su formación política no ésta haciendo lo que debería.
3.- El 76% votaría o consideraría hacerlo por una opción que no es capaz de definir.
Encuestas recientes señalan que un 20% votaría por la concertación, un 15 % por la Alianza y un 13 % por el Juntos Podemos (JP) si las elecciones fueran el próximo domingo.
De esto es posible colegir que más de la mitad de quienes votarán no tienen una definición y ello no es por falta de información dada la estabilidad de nuestro sistema de partidos.
Por último, que el binomio concertación-alianza da signos de evidente agotamiento en cuanto un 13 % considera al JP como alternativa, formula política que dejo de existir siguiente de la última elección presidencial, sin perjuicio de que pudiera reconstruirse. El JP en forma de fantasma marca un 13 %, de haber existido y actuado su situación podría haber sido mucho mejor.
El JP, o más bien quienes podrían conformarlo, ante el evidente resquebrajamiento de un sistema que vienen criticando por casi dos décadas y lejos de acentuar su accionar opositor, buscan acuerdos a cambio de algunos municipios y eventualmente de unas diputaciones de testimonialidad mínima. El que no noquea en el momento preciso termina como la Izquierda Unida española.
Mientras la ciudadanía es golpeada cotidianamente por los abusos de las empresas monopólicas, por la indolencia estatal, por imágenes políticamente fraudulentas, como el Hospital de Curepto, por sistemas de salud y educación que sólo sirven a quienes comercian en ellas, y ahora por una inflación galopante de los precios, los partidos actúan como grupos de intereses propios para los cuales los ciudadanos son sólo clientela a convencer como peldaños de sus propias ambiciones.
La imagen pública de los partidos es muy mala, todos marcan con nota bajo el cuatro, es decir reprobando.
Esto se explica por su propia conformación y funcionamiento. Los partidos tienen una nomenclatura instalada en sus direcciones que no tiene cambios sustantivos desde el año 1990. Esta clase política no ha abierto espacio a ideas y caras nuevas sino a incondicionales, habitualmente precarios en ideas, y a sus propios familiares.
La presidenta Bachelet suscitó esperanzas de cambio con eso de no repetirse el plato, pero hoy sus ministros claves son Pérez Yoma, Viera Gallo, Vidal y Foxley.
En su funcionamiento la lucha de ideas y programas han pasado a segundo lugar dando lugar a mecanismos herméticos y cupulares o a mecanismos electorales signados por el clientelismo y la corrupción.
La corrupción de los partidos concertacionistas desde los escandalosos sobresueldos de MOP-Gate, hasta las patéticas asesorías de un cuñado en tiempos vacacionales, es cosa sabida e instalada. Ahora se empiezan a saber cosas de la Alianza en sus gobiernos comunales, la virtud bien puede ser hija de la falta de oportunidades.
La política es expresión concentrada de la economía y hoy la clase política mejor pagada de América Latina – 15 millones los senadores, cinco millones los diputados y 144 mil el sueldo mínimo - comparte amablemente sobre los temas nacionales, la discusión sólo sube de temperatura cuando se trata de intereses propios, es decir como dañar al otro para en definitiva alcanzar tal o cual cargo.
Los dirigentes de partido van de cargos gubernamentales a privados alegremente o bien los ostentan simultáneamente, como el vicepresidente del PS que era también presidente de Alsacia concesionaria de Transantiago.
Los jóvenes no se inscriben, la concertación piensa, y algunos impúdicamente lo dicen, que con un padrón envejecido se enfrenta mejor a la otra derecha.
Se hace evidente la necesidad histórica de construir una nueva fuerza política con estilos, criterios distintos, si esto no se hace a través de una fuerza, nacional, popular, progresista y de izquierda la forma que esta adoptará es imprevisible.
Chile vivió tiempos como estos y el hastío ciudadano fue tal que se debió ir a buscar al ex dictador a Carlos Ibáñez para que barriera con los políticos profesionales y la corrupción.
Estamos viviendo como diría ese argentino ciego pero que veía también el mundo, "en tiempos en que el reloj aún no señala el atardecer, pero tampoco la aurora".
ROBERTO AVILA TOLEDO
CONCEJAL Cerro Navia
roberticochile@yahoo.es
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